El pasado domingo en el Pabellón Central de La Salobreja disputábamos en último partido de la primera vuelta de la competición de fútbol sala. El partido fue de los que hacen afición y de los que comprueban la resistencia cardiana de la sufrida afición.
El resultado final de empate a tres, según la óptica de visión del partido deja un sabor agridulce. ¿perdimos dos puntos o ganamos uno? Lo dicho según se mire.
Lo que es cierto es que el rival acudió con sus mejores huestes. No lo hizo con varios de sus componentes habituales y por contra comparecía otros integrantes de la plantilla. Lícito y lógico porqué, a pesar de ser de primer año, nos consideraban el rival a batir.
Salimos enchufadísimos. A los diez segundos tuvimos una clarísima en las botas (mejor dicho zapatillas) de Francis. No le fueron a la zaga tres más de Alberto y otra de Francis. Tras la tempestad llegó la calma, pero Vandelvira se vino arriba. Amaro avisaba, Alberto cortaba dos jugadas de franco peligro, Carlos realizaba dos intervenciones de merito y finalmente Vandelvira inauguraba el marcador en una jugada donde salió, una vez más, a relucir nuestra candidez. No sabemos cortar las contras, no sabemos parar el juego.
Acusamos el golpe y desde este momento fuimo pasto del ansia y del nerviosismo. Vandelvira lanzaba al palo y acumulábamos tres grandes ocasiones antes del descanso, la última abortada por el portero de ellos en una intervención de auténtico mérito.
Lo justo hubiera sido un empate. Ambos habían jugado sus bazas. Nosotros la intensidad y el dominio y Vandelvira la contra. La segunda parte fue otro cantar. Fue un querer, poder y no consumar las innumerables ocasiones de las que gozabamos. Pero en el fútbol juega un componente de azar importante y nosotros no lo tuvimos porqué enfrente, en la segunda mitad, el portero de Vandelvira se erigió en auténtico protagonista. Antoñín, Bolívar, Jairo, Antoñín nuevamente, Jairo en tres seguidas se encontraron al cancerbero y a los palos en dos ocasiones.
Por el contrario Vandelvira tuvo tres en esta mitad y anotó dos. No por demérito de Carlos que estuvo sublime, sino por ese afan de querer meter en la misma jugada dos goles y remontar el partido. Sin embargo cuando dábamos el partido por perdido, ese azar se volvió a nuestro favor. Si antes en quince ocasiones no habíamos metido ninguna, ahora en dos metimos tres. Jaioro en dos ocasiones y un jugador de Vandelvira en propia meta, ponían las tablas en el marcador. Incluso pudimos revertir totalmente la situación sino llega a ser por una pierna prodigiosa que sacó el portero en lanzamiento de doble penalty a Antoñín y una manopla espléndida al golpeo con la testa de Alvaro.
El partido languideció y todos tan contentos o no. Según se mire.
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